reportaje



De la calle a un hogar, ancianos que encontraron su última morada

Violada de una manera  despiadada y brutal,  hasta dejarla con la matriz de fuera. Tirada en medio de la basura junto a Perros  y moscas que  merodeaban su cuerpo casi desnudo; con muchos golpes y heridas a causa de la brutal golpiza  que  recibió de los agresores. Fue encontrada la anciana Ernestina González de (65). 

Casi no podía respirar y a punto de perder la vida, fue trasladada al hospital Escuela, donde la  atendieron  de emergencia, una vez estable la  trasladaron al Centro de Reposo de Día y de Noche para el Adulto Mayor  (Ceder).

Esta institución está ubicada en el centro de Tegucigalpa, dos cuadras arriba de Carrión, la segunda casa subiendo la Cuesta Lempira, casi siempre hay una ambulancia estacionada frente a la casa, de color blanco, con portón de verjas negras y puerta de madera, color caoba, en forma de arco.

Ceder brinda techo y comida a personas de la tercera edad, olvidados por sus familiares. Que han deambulado por las calles capitalinas y que han sido invisibles, o indiferentes ante los ojos de los demás.

Bajo la iniciativa del doctor Francisco Amador nace esta institución en el año 2000, no cuenta con el apoyo del gobierno, se sostiene gracias a la colaboración de personas voluntarias que dan aportaciones monetarias y  productos básicos como: jugos, comidas, frazadas, colchonetas, vestuario, camas, utensilios de cocina, desinfectantes, medicamentos, pañales, entre otros.

En los primeros cuatro años desde su fundación, Ceder, estaba ubicado cerca de la posta policial número, 7, que está en el barrio Los Dolores, dos calles abajo de donde está  actualmente. Explica Amador, que la casa estaba deteriorada y que unos estudiantes extranjeros le ayudaron a repararla, pero pasados cuatro años los dueños le dijeron que necesitaban la casa y que  la desocupara.

 “El ex presidente Ricardo Maduro me  apoyo y donó esta casa. Del gobierno actual solo el ministro de Interior y Población, Áfrico Madrid, colabora con nosotros de vez en cuando;  aunque para muchos es un mezquino, pero en lo personal lo considero una persona de buena voluntad ya que me ha demostrado con hechos que tiene un gran corazón” reflexiona el doctor.

Amador, un hombre, de 1.70 metros de estatura, tez blanca, barba larga y de poblado bigote blanco, reflejan de su rostro el transcurso de los años. “Ceder es una fundación que rescata ancianos que viven en la calle y que no cuentan con el apoyo de nadie. Algunos solo vienen a dormir y a comer porque no les gusta vivir aquí ellos prefieren la libertad” afirma el galeno.

Ernestina de piel  trigueña clara totalmente arrugada, ojos negros, parpados caídos, nariz pequeña, boca  hundida, debido a la falta de dientes, y cabello corto  canoso.
Aparenta una edad mayor a la que en realidad tiene, debido al maltrato que vivió en la calle, simula  tener (80), viste un vestido amarillo y zapatos negros.
“La pobre Ernestina sufrió mucho, antes que la encontráramos ya que  esos bárbaros, la violaban todas las noches, ella  vivía en la calle cerca de la Alcaldía Municipal, se oponía a esos abusos, pero  siendo mayor, débil,  mal alimentada y sin medicinas, ¿cómo  iba a poder defenderse de esos perversos? La tratamos y afortunadamente  la pudimos salvar” relata el doctor Amador.

A consecuencia de su enfermedad, Ernestina, ya no recuerda mucho de su pasado, cuenta  una cosa luego dice otra y sus pláticas son fantasiosas, siempre está hablando con los demás.

“Yo vivía con mi hombre” (se ríe  picarescamente).
- Soy su novio actual, dice el señor que está a su lado.
- Jajajajaja viejo pícaro, sí este es mi novio ahora.

Víctor López (77), es otro asistido del lugar. Aspecto cansado, piel completamente arrugada, ojos café claro, cabello blanco, estatura media, vistiendo una camisa blanca, , un pantalón beige (algo sucio) unas zapatillas café, y sujetando un manojo de llaves que siempre lleva con el ;goza de lucidez, por eso tiene el cargo de portero, él recuerda lo que fue su vida en la calle. Sus manos tiemblan mientras comenta su  pasado de
indigente

 “Tenía esposa y  dos hijos, pero todos  murieron en un accidente de carro, yo tenía 37 años cuando ocurrió esa tragedia. Comencé a emborracharme y vivía de la caridad de amigos que me daban ropa usada para que vendiera. Me regalaban comida y cuando nadie me regalaba nada hurgaba la basura y comía sobras que encontraba” relata.

Vivió 30 años en la calle, pasó hambre, frío, sed y otras necesidades; siendo  una persona mayor nadie le daba empleo, además era enfermo alcohólico.

“Pasé muchas noches de hambre, tuve muchas enfermedades porque solo trabajaba para el alcohol y para las prostitutas. Padecí de gonorrea, sífilis, ladillas, chancro y otras que ni se que eran” afirma López.

Dejó de vivir en la calle luego de  estar seis meses interno en el hospital, porque unos “desgraciados” lo apalearon una noche mientras dormía en una esquina de un  puesto, en el mercado San Isidro.

“Estaba arropado con cartones y ellos llegaron gritando:
¡Vaya  viejo ponete vivo dame todo el pisto que andas y te vas a la…… de aquí, que este es mi lugar! Como yo no les di nada y me quede callado me arrastraron de los pies hasta la calle y me golpearon hasta cansarse” asegura Víctor.

“¡Déjenme, déjenme!, les decía pero no me hacían caso y me golpeaban más fuerte”. De esa golpiza le quebraron la espalda y las rodillas, cuando se despertó, estaba en una cama del Hospital Escuela. Después de seis ahí, Don Víctor estuvo viviendo cinco años en Cruz Blanca (un asilo que  tiene ayuda del gobierno).

Actualmente vive en Ceder junto a otros 19 ancianos. “Aquí llevo seis años viviendo, antes no tenía nada, ahora tengo familia y un hogar donde esperar mi muerte”. Él es un hombre muy atento con las visitas que llegan a diario; los  saluda y les pide que regresen.

Al entrar a la casa se escuchan ladridos de  perros, un pequeño pasillo divide la sala de la recepción y de ese pasillo se puede divisar toda la casa, formada más que todo por una sala amplia pintada en blanco; al fondo de la sala del lado derecho se ve  un árbol de Navidad sin adornos y al costado izquierdo de este hay una gran jaula tipo corral.

 Ahí mantienen encerrados a los caninos, al lado derecho del árbol un televisor y  sillones de cuero, unos café y otros beige, al  lado izquierdo de la sala pegados a la pared cerca del pasillo de la entrada se ubica una torre de varios colchones; los primeros tres de la parte de abajo se ven usados y deteriorados, los demás aun permanecen en perfectas condiciones.

 A la par de los colchones una cama reclinable y tres ancianos sentados en unas sillas de ruedas; también  están en frente de los colchones y la cama, varias mesas que sirven de comedor y  unas cuantas sillas de plástico. En la pared al lado izquierdo está una puerta que da al dormitorio, junto a esa puerta hay dos sillones en los cuales reposan los ancianos.

 Junto a los sillones esta una vitrina con escasos medicamentos en su interior. A unos pasos está ubicada la cocina y frente a la vitrina esta un cuarto reducido en un completo desorden, es la oficina del doctor Amador. Al lado derecho de la puerta del pequeño cuarto está un refrigerador en mal estado, con un montón de cajas encima.

 Un viejo  escritorio está en el centro y sobre él hay varios libros polvosos en desorden y uno que otro medicamento vencido; detrás del escritorio sobre lo que una vez fue un gavetero está un libro de Odontología, varios cds, un televisor en mal estado, dos monitores de computadoras en desuso y unos cuantos libros viejos.

Muchos cachivaches están tirados en el piso, uno sobre otros, cajas, libros, y muebles viejos. Frente al escritorio tres sillas de metal  de color gris, junto al refrigerador hay una pared de vidrio, que permite ver la sala antes mencionada. El doctor, recostado en su silla comenta varios casos de los ancianos que viven en el centro.

 “Actualmente tenemos 20 ancianos, 12 mujeres y 8 varones, son más de 300  a los que hemos dado abrigo desde el año 2000 hasta la fecha. Esto es una obra de amor y caridad, donde le damos un hogar al adulto mayor que se encuentra desprotegido y que vive en la calle” enfatiza Amador.
Acompañada de dos hombres, llegó una joven de aproximadamente (34) tez blanca, cabello lacio y rubio, su cara un poco redonda y pequeña, nariz fina, labios delgados, ojos negros, estatura de 1 metro 60 centímetros aproximadamente. Vistiendo pantalones jeans a la rodilla, camisa floja floreada en café oscuro y claro. Su nombre es Cristhian Padged.


El doctor  recibe a los visitantes, los invita a pasar y la mujer se  sienta frente al escritorio, los dos hombres permanecen de pie al lado de la ventana de vidrio, Amador habla nuevamente acerca de Ernestina.


 
Antes de terminar recibe una llamada al parecer es de un Hospital privado y dice:
-          Entonces ¿no me pueden costear la operación de Raúl?
-          -------------------------------------------¿?
-          ¡Diez mil lempiras!
-          --------------------------------------------¿?
-          Muchas gracias, hasta luego.

“Raúl, es un señor que desde hace diez años tiene cáncer en la garganta y necesita una operación urgente, la llamada que recibí es del hospital Emma Romero de Callejas, no pueden costearla, porque él tiene hijos, pero como le explique a la joven que llamó, uno de ellos es alcohólico y el otro ¡pobre muchacho!, carga con todo y vive en San Pedro Sula, debido a eso no puede financiar la operación que es de 10 mil lempiras” lamenta Amador dirigiéndose hacia la joven mujer.

-          Ve a lo que me refiero, el problema de mi gente hondureña es que no nos ayudamos unos con otros y el que tiene dinero es quien puede todo aquí, todo se mueve por el billete.

-          Así es ayuda el que quiere no el que tiene y efectivamente en este país la gente es muy desconsiderada y no le importa el dolor ajeno – asevera Cristhian.

-          También tengo a Cándida Sánchez, de 76 años. Ella ha perdido la luz de sus ojos, pero sabe mirar con los del alma.

-          Qué triste verdad doctor.

“Las principales enfermedades padecidas por los adultos mayores son: crónico degenerativas; hipertensión arterial, diabetes, osteoporosis y también los problemas de tipo mental: depresión, ansiedad y demencia” informa el galeno.

Cristhian abre su cartera, saca una chequera y ordena a sus acompañantes que traigan del carro unas cajas; con galletas y otras con frazadas, para que las repartan a cada uno de los “viejitos”.

“Le daré 5 mil lempiras para algunos gastos y 10 mil para la operación de don Raúl, y dígame ¿cómo puedo estar haciendo donaciones constantes a su centro?, yo no sabía de este lugar Nelson (uno de los hombres que la acompaña) es quien me trajo”  enfatiza Padged.

El doctor le extendió un papel donde  apunto su correo electrónico y un número de cuenta.
-          ¿A nombre de quien hago el cheque?
-          A nombre de Ceder hija, a mi nombre no porque así las cosas son más claras.
-          Ok
-          Gracias hija, muchas gracias, es una bella obra de amor la que has hecho - dice el doctor muy agradecido, tomando de las manos a la joven.


Mientras el doctor habla; en  la sala comedor se observa que han llegado más visitas; dos señoras de aproximadamente 40 años. Una viste una camisa blanca y falda negra, la otra viste una camisa roja y falda azul; ambas son regordetas de tez  blanca. La de blusa blanca usa anteojos; se ha puesto a leer la Biblia. Vienen a orar por los ancianos; luego  se escuchan cánticos alegres y los perros que no paran de ladrar.


Llega un señor de tez blanca, es gordo y usa anteojos.
-Vea este es uno de mis colaboradores – explica a la joven-  a pesar de sus 72 años él me ayuda mucho. Todos los fines de semana me trae verduras para mis viejos, gracias a personas como él, es que el centro sigue en pie.

-          Jajajaja no exagere amigo solo soy un viejo con suerte y mi familia me quiere
-          Tengo que irme doctor, es que voy a visitar otros centros y ya es tarde - dijo la mujer en ese momento.

La mujer y los hombres que la acompañan  se marchan, Amador sigue charlando con el recién llegado. Mientras en la sala, los ancianos permanecen sentados, viendo transcurrir la vida,  minuto a minuto.

En Tegucigalpa hay  varios centros de atención al adulto mayor, privados: Cruz Blanca, Salvador Aguirre, María Eugenia, Asilo de Ancianos San Felipe, entre otros. Algunos de ellos cuentan con el apoyo del gobierno, el cual no es el caso de Ceder que es una institución sin fines de lucro misma que se  sostiene con donaciones de particulares.
Cerca del millón de personas, de la población hondureña, es de la tercera edad, a las que el Estado y la sociedad deben garantizar un acceso libre y no condicionado a los servicios públicos. Para ello se creó  la Ley Integral de Protección al Adulto Mayor,  en la que están incluidos los descuentos en diferentes servicios como: atención médica general y especializada, medicamentos, sitios recreativos, transporte, entre otros.
En Honduras los adultos mayores representan un 8.8% de la población total, o sea 710.420 personas, de las cuales 46.8% o 332,257 son hombres, y el 53.2% o 378,163 son mujeres. Según datos arrojados en la Trigésima Novena Encuesta Permanente de Hogares de Propósitos Múltiples, realizada por el Instituto Nacional de Estadísticas (INE).

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